Cuando Dios me lanzó en un susurro la verdad de tu despedida no quise decir adiós, mi corazón se tiñó de rabia y dolor e incluso rozó la oscuridad y la soledad.
Lo siento, no fui el mejor y tampoco el peor, pero... No hay peros que valgan...
Pero hay algo más que Dios me dijo, el cielo no podía esperarte más, la eternidad no podía esperarte más, ya hiciste demasiado aquí y Dios quería a su ángel de vuelta, y así fue, te fuiste a casa.
Y ahora puedo notar el roce de tu presencia por mi cuello, puedo notar toda esa esperanza que me envías, toda esa fuerza y esas ganas de vivir que desde tantas nubes se esconden, desde tanta lluvia se oculta, aunque tú no estés pintas todos mis arcoiris, haces que mi Sol brille con fuerza...
Lo siento, una vez más.
El ser humano no esta preparado para aprender a base de ausencias, a base de arañazos.
Pero es así. Dios es el ciclo que nunca para, el tornado que se lo lleva todo, es el escritor de esas viejas historias y el susurrador.
Pero vete, vete a tu casa. Allí estarás mucho mejor, aunque te eche de menos...
Dedicado a mi abuela... El cielo no podía esperarte más...
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