¡Hola a todos! ¡Garci está de vuelta! ¡Y me vais a matar lo sé! He desaparecido del mundo bloggero sin avisar, pero os he de confesar que ha habido muchos cambios emocionales en mi vida. Han nacido nuevas pasiones en mi. Ha sido una montaña rusa llena de noticias, de entre ellas que seré tito y que para finales de marzo podré verle la carita a mi sobrina que se llamará Julia. También ha habido cambios en mi y mi forma de ser, me he dado cuenta de lo que estoy cambiando y madurando y me he vuelto más frío, crítico e irónico con las personas, más que nada porque más de la mitad de las personas que prometieron estar, se han ido.
Cuando estas personas se silenciaron y se distanciaron yo me encerré en mi mismo, en mi infinita habitación, esperando a alguien, ahí me di cuenta del egoísmo y egocentrismo de muchas personas, pero nunca es tarde para una disculpa y por eso algunas decidieron dejar atrás el egoísmo para volver a las buenas y antiguas costumbres. Pero ese tema lo he zanjado ya.
Y para mi gran comeback os traigo un pequeño texto escrito para la clase de lengua. Aún no me he atrevido a leerla en alto, sigo pensando que es muy personal.
¿Qué se esconde en un lápiz?
En un lápiz se esconde mi pasión, la pasión por transmitir a los demás con las letras, la pasión por ayudar a los demás a encontrar sus puertas, la pasión por escribir esto a altas horas de la noche.
En un lápiz se esconden mis palabras, sanadoras o heroicas. Se esconden todas esas palabras escritas en mi techo, que no grito y que me bebo.
En un lápiz se esconde lo que realmente siento, lo que realmente pienso, lo que realmente quiero aquí y ahora. Se esconden los tormentosos y felices recuerdos de mi infancia, las sonrisas sinceras y todas aquellas veces en las que un trozo de mi corazón cayó al suelo, todas aquellas veces en las que quise dar el abrazo más largo de mi vida o las veces en las que quise llorar sobre un fondo negro, aquellas veces en las que quise escapar y no volver, irme sin decir adiós.
En un lápiz se esconden los buenos ratos, los buenos recuerdos, los largos veranos llenos de sudor y de aburrimiento, los largos inviernos lleno de frío y piel erizada.
En un lápiz se esconden las ganas que tengo de verte o los días de lluvia en los que te echo de menos, las ganas que tengo de estar en paz contigo, de decir todo lo que siento, de dejarme llevar.
También se esconden las ganas de reducirme entre las cuatro paredes de mi oscura habitación, todo por esos estúpidos juegos en los que yo siempre pierdo y en los que yo siempre olvido.
En un lápiz se oculta la luna que me ilumina muchas noches, las estrellas a las que miro desde el balcón en esas duraderas noches de verano, se esconde la oscuridad de mis ojos y la naturaleza, el destino y la pureza, el fuego y su manera de arder en mi cada vez que me pisan, cada vez que presiento.
En un lápiz se oculta el arrepentimiento, me arrepiento de entregarme pero a la vez no quiero que esto pare, me arrepiento de haber pisado la baldosa equivocada, de cometer errores, de hacer las cosas como me dictó el corazón. Pero todo eso quizás me hizo más feliz...
En un lápiz se ocultan mis demonios, mis dones, mi autoestima, mis tesoros, mi alma, mi aura, mi ser, porque mi ser vive por y para todas esas palabras escritas, vive para ver, para callar, para escribir y reflexionar, para abrazar al vendaval tratándolo de calmar. Vive a veces ciego y con el ala rota, a veces en llamas o en lágrimas, pero vive, siente, está vivo por y para algo.
Detrás de un lápiz viven mis ideales y mis sueños, mis metas y mis intentos, mis pensamientos y mis locas frases, mis tristes y crudas frases... Se esconde mi obra de arte, esa en la que trabajo constantemente sin revelar a la sociedad. Nunca nadie vio lo mejor de mi, siempre dejo que hablen y cuestionen porque algún día dejarán de hacerlo.
En un lapicero vomito todas las ganas de morir, de dejar que me trague la tierra o que me aspire el viento...
Solo pienso que en un lápiz se encuentra el billete hacia un nuevo mundo, un nuevo lugar donde las almas más heridas pueden sanarse. Ese lugar está en nuestra conciencia, nuestra confianza, nuestro alma se enriquece y crece, un lugar donde maduramos a través de los duros golpes y del duro frío de nuestro invierno nevado. Ese lugar hay que buscarlo dentro de nosotros, en la palma de nuestra mano.
Os aseguro que no depende de un solo lápiz. También depende de nosotros mismos.
¿Qué se esconde detrás de vuestros lápices? Hacedmelo saber con un comentario, y si estáis contentos con mi vuelta comparte esta entrada por todo el mundo ♥